Primitivo Evanan Poma: Sus tablas pusieron a Sarhua en el mapa del Perú
POR: JOSÉ GABRIEL CHUECA
FOTO: Sulsba Yépez
Edición: 12 - 04 - 2008
Fuente: PERÚ 21: Entrevistas

Sarhua está a más de tres mil metros sobre el nivel del mar. Se dice que ahí estuvo la cultura Chanka. No es un lugar fácil para vivir. No es que haya mucha agua ni que sea fácil la agricultura. Hoy en día es conocido por su cultura, por las tablas de Sarhua", resume Primitivo Evanan Poma.
¿Qué son estas tablas?
Las tablas de Sarhua se regalaban cuando se construía una casa. Digamos que usted es mi compadre; entonces, cuando usted construye su casa, yo le obsequio una tabla en la que sale la genealogía de su familia -la suya y la de su esposa-. Al final vienen el sol, que es protector de la vida, y los apus. En el otro extremo hay una imagen católica.
¿Cómo construyen las casas?
Los familiares sufragan la construcción. Los hombres ponen el trabajo físico y los materiales de construcción, y las mujeres cocinan, traen los utensilios y los granos y preparan la chicha para los trabajadores. A veces hay parientes que se han peleado -somos humanos, puede pasar- y no salen en la tabla pero, entonces, los demás lo hacen notar y le preguntan al dueño por qué no sale esa persona en la tabla. Y si un pariente no está ayudando, pues, los mayores se preguntan por qué no viene y van y lo traen para que trabaje.
Ahí se resuelve todo.
Es una tradición. Los parientes, ante tanta insistencia, se tienen que reconciliar. Al final, entre trago y coca, se comprometen a ayudarse. Esa es la particularidad de estas tablas que están en las casas. Pero digamos que el pintor, por un olvido, no ha incluido a un pariente. Esa persona puede resentirse. Entonces, las autoridades tienen que disculpar al artista. La idea es que todos vivan solidariamente y en paz.
¿En su casa había una tabla?
Sí. La de mis abuelos. Las primeras casas de tejas, como la de mis abuelos, ya tenían estas tablas. La más antigua tabla que hemos encontrado es de 1873.
¿Cuándo vino a Lima?
Yo vine a Lima porque quería ser cura (ríe). El padre me había recomendado con el obispo de Ayacucho. Y mi mamá estaba de acuerdo. Pero mi padre se opuso porque no tenía plata para pagar el seminario. Había que vender el ganado y él no quiso. Además, consideraba que yo era muy enfermizo. Yo me quedé molesto, agarré mis cositas y me vine a Lima.
¿A dónde llegó?
A La Parada. Hasta me robaron mi dinero, pero yo lo había distribuido en varios bolsillos; entonces, se llevaron una parte. No conocía a nadie, pero me encontré con un paisano que me ayudó.
¿Por qué se interesó en esta tradición de su pueblo?
Yo había ingresado a la Universidad Garcilaso de la Vega y, en un curso, pidieron un trabajo monográfico. Yo lo hice sobre las tablas de Sarhua. En la clase, como me llamo Primitivo, los otros estudiantes me molestaban. Me decían hombre de las cavernas y cosas así. Para que no me fastidiaran, me cambié a Pepe. Pero con mi trabajo saqué la mejor nota. Con eso, mi autoestima creció. Yo había visto que Joaquín López Antay ganó el Premio de la Cultura Peruana y que había recibido mucha publicidad. Yo estaba celoso. Y me fui a ver la premiación. Y pensé que si él, con esos retablos, había ganado un premio, yo también podía ganarlo.
¿Cuándo comenzó a hacer tablas de Sarhua?
En 1975 hicimos nuestra primera exposición grande con tablas de Sarhua. Yo comencé con la ayuda de un paisano, Víctor Yucra. Fue en una galería del Jirón de la Unión. Pero en nuestras tablas no pintamos familias sino cosas que pasaban en mi pueblo, como danzas, músicos, maestros y entierros de niños. Y esto último impactó mucho al público. Salió en el periódico y en la televisión. Después perdí el trabajo que tenía y me dediqué solo al arte. Me puse a hacer ropa, pero no me gustaba. Y después retomé el trabajo de hacer tablas de Sarhua. Poco después gané un concurso en la Universidad de Huamanga. Regresamos y mi esposa también aprendió y me comenzó a ayudar. Y con otros artesanos creamos una empresa comunal.
¿Cómo vivió los años de la violencia?
Fue en esos años que comenzó Sendero Luminoso. Y, como nosotros estábamos en el foco de la subversión, pensaban que teníamos que ver. Pero fue al revés. Yo tuve que escapar. Mataron al alcalde de Sarhua y, después, la empresa que formamos fue incendiada por los militares.
¿Y usted cómo hacía?
Yo iba y venía, porque allá estaban mi familia y mis cosas. Hasta ahora voy y vengo. Después, en Lima, formamos una asociación de artistas de Sarhua y compramos un terreno en Chorrillos. Paralelamente empezamos a viajar al extranjero. En Dinamarca hay una colección completa de nuestro trabajo. Y también en Estados Unidos.
¿Cómo le va con el negocio?
Yo vendo en Kantú y también tengo una tienda en Petit Thouars. Tampoco es una industria tan grande. Me alcanza para vivir, no me quejo. Tengo cuatro hijas: una falleció, otra está en Chile, otra me apoya en mi negocio, es economista; y a la cuarta le gusta pintar, también me apoya.
¿Y cómo está Sarhua después de todo lo que pasó?
Al comienzo estábamos muy tristes. Tantas cosas han pasado. Si me pusiera a contarle, me pondría a llorar. Antes de 1975, Sarhua ni siquiera existía en el mapa. Ahora tiene luz, agua y desagüe y carreteras. Pero no hay desarrollo económico.
¿Qué proyectos tiene?
Yo quisiera hacer un taller museo en Chorrillos. Si uno no deja obra, no es nadie. Hay que pensar en el futuro. Hay cronistas que dicen que el inca Pachacútec mandó a pintar la historia de diferentes lugares del Tahuantinsuyo. Pero, cuando llegaron los españoles, destruyeron todo. Yo digo por qué no puedo hacer lo mismo, como una pinacoteca. Ese es mi proyecto. Es importante lo comercial, pero también tengo que pensar en hacer algo más beneficioso para la historia de mi pueblo.
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